MIRADAS A LO OTRO
Bajo este título
presentamos un proyecto visual que tiene dos objetivos principales; el primero
es dar una visión de China que se aleje de los tópicos del sensacionalismo de
la futura potencia, como del exotismo del oriente desconocido. El segundo tiene
que ver con la propia concepción de la fotografía como el arte de la mirada,
una mirada que busca en los recovecos profundos del instante subjetivo, para
saltar más allá de los objetos y mostrar su evanescente sustancia interna.
En estas últimas décadas,
la imagen de China ha cambiado desde una total y voluntaria ignorancia a una
visión que camina entre la expectación, y el miedo sensacionalista. Este boom
mediático tergiversa por completo la realidad de un país lleno de
contradicciones, mostrando la
China de las grandes y monstruosas ciudades de rascacielos, la China de la superpoblación y
la fiebre del capitalismo salvaje camuflado, la China de las arquitecturas
retóricas y los Juegos Olímpicos.
Pero detrás de toda esta tramoya
tenemos un país en donde algunas de sus tradiciones culturales, a pesar de los varapalos
sufridos, aún sobreviven, al menos para el que quiera acercarse a ellas. Por
esto queremos hacer una reivindicación de una parte de esta China que sobrevive
en medio de la locura mediática, la
China en la que nacieron el budismo chan y el taoísmo, esa
China tan difícil de abordar sin caer en el exotismo fácil de la diferencia y
de lo otro.
Y es que esta China
permanece subyacente, y al occidental no iniciado en los entresijos de este
mundo cultural pasa completamente desapercibida bajo la apabullante retórica
propagandística. Una China que podemos encontrar, si ponemos silencio dentro de
nosotros y escuchamos que nos tiene que decir su antigua estética de la poesía
y pintura, si nos internamos en las montañas, nos alejamos del turismo de
masas, mojamos nuestras manos en el agua límpida y seguimos los senderos que
nos llevan al templo o a la cascada.
La estética tradicional de
China nos enseña que la energía del cuerpo humano está en sintonía con la naturaleza, al igual que nos enseña a hacer la percepción más y más sutil para
captar y ponernos en armonía con este fluir.
Y la mirada se desplaza en
las sendas de lo que creíamos que era otro para descubrir que todas estas imágenes que imaginamos fuera ya están
dentro de nosotros. Es más las dos tienen una misma naturaleza ilusoria. La realidad
tal y cómo la percibimos es una reconstrucción que hace nuestra mente a partir
de estímulos visuales, el mismo juego que encontramos en el funcionamiento de
la maquina fotográfica, un juego de refracciones de espejos y lentes que
enmarcan y construyen una representación de la realidad. Tan ilusorio es lo que
llamamos realidad cómo su representación. Y resulta irónico que sea una maquina
la que nos revele este mundo plagado de destellos. La fotografía, vista desde
este prisma, se nos presenta como la vía en la que podemos comprobar que la
realidad y su representación tienen una misma naturaleza, pura evanescencia que
desaparece en el cambio.
Especial atención reciben,
así, los reflejos del agua cómo un símbolo del cambio continuo en el que un
instante queda plasmado por medio de la taumaturgia de la técnica óptica, un
instante que da paso a una intuición sobre la naturaleza abstracta del acto de
ver y su capacidad infinita de generar formas.
Un mundo que se
muestra a través de un estado meditativo
y de contemplación en el que el sujeto se diluye en sus propios reflejos.
Primeros planos de pétreas formas anamórficas, puertas que se abren a la
inminencia suspendida de una rama sobrevolando las aguas, árboles que dirigen
una ascensión de la mirada en los cielos. El espejo y su reflejo, el ojo y la
cámara, el agua y su fluir por las rocas, acueductos lobulares de formas que en
su reverso encuentran su vacío.
Tamaño de 39 x 29 cm
Tamaño de 39 x 29 cm
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