viernes, 7 de noviembre de 2014

Miradas a lo Otro

MIRADAS A LO OTRO

Bajo este título presentamos un proyecto visual que tiene dos objetivos principales; el primero es dar una visión de China que se aleje de los tópicos del sensacionalismo de la futura potencia, como del exotismo del oriente desconocido. El segundo tiene que ver con la propia concepción de la fotografía como el arte de la mirada, una mirada que busca en los recovecos profundos del instante subjetivo, para saltar más allá de los objetos y mostrar su evanescente sustancia interna.
En estas últimas décadas, la imagen de China ha cambiado desde una total y voluntaria ignorancia a una visión que camina entre la expectación, y el miedo sensacionalista. Este boom mediático tergiversa por completo la realidad de un país lleno de contradicciones, mostrando la China de las grandes y monstruosas ciudades de rascacielos, la China de la superpoblación y la fiebre del capitalismo salvaje camuflado, la China de las arquitecturas retóricas y los Juegos Olímpicos.
Pero detrás de toda esta tramoya tenemos un país en donde algunas de sus tradiciones culturales, a pesar de los varapalos sufridos, aún sobreviven, al menos para el que quiera acercarse a ellas. Por esto queremos hacer una reivindicación de una parte de esta China que sobrevive en medio de la locura mediática, la China en la que nacieron el budismo chan y el taoísmo, esa China tan difícil de abordar sin caer en el exotismo fácil de la diferencia y de lo otro. 
Y es que esta China permanece subyacente, y al occidental no iniciado en los entresijos de este mundo cultural pasa completamente desapercibida bajo la apabullante retórica propagandística. Una China que podemos encontrar, si ponemos silencio dentro de nosotros y escuchamos que nos tiene que decir su antigua estética de la poesía y pintura, si nos internamos en las montañas, nos alejamos del turismo de masas, mojamos nuestras manos en el agua límpida y seguimos los senderos que nos llevan al templo o a la cascada.
La estética tradicional de China nos enseña que la energía del cuerpo humano está en sintonía con la naturaleza, al igual que nos enseña a hacer la percepción más y más sutil para captar y ponernos en armonía con este fluir.
Y la mirada se desplaza en las sendas de lo que creíamos que era otro para descubrir que todas  estas imágenes que imaginamos fuera ya están dentro de nosotros. Es más las dos tienen una misma naturaleza ilusoria. La realidad tal y cómo la percibimos es una reconstrucción que hace nuestra mente a partir de estímulos visuales, el mismo juego que encontramos en el funcionamiento de la maquina fotográfica, un juego de refracciones de espejos y lentes que enmarcan y construyen una representación de la realidad. Tan ilusorio es lo que llamamos realidad cómo su representación. Y resulta irónico que sea una maquina la que nos revele este mundo plagado de destellos. La fotografía, vista desde este prisma, se nos presenta como la vía en la que podemos comprobar que la realidad y su representación tienen una misma naturaleza, pura evanescencia que desaparece en el cambio.
Especial atención reciben, así, los reflejos del agua cómo un símbolo del cambio continuo en el que un instante queda plasmado por medio de la taumaturgia de la técnica óptica, un instante que da paso a una intuición sobre la naturaleza abstracta del acto de ver y su capacidad infinita de generar formas.
Un mundo que se muestra  a través de un estado meditativo y de contemplación en el que el sujeto se diluye en sus propios reflejos. Primeros planos de pétreas formas anamórficas, puertas que se abren a la inminencia suspendida de una rama sobrevolando las aguas, árboles que dirigen una ascensión de la mirada en los cielos. El espejo y su reflejo, el ojo y la cámara, el agua y su fluir por las rocas, acueductos lobulares de formas que en su reverso encuentran su vacío. 

Tamaño de 39 x 29 cm
  
















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